Un pueblo llamado Fantasía
Autor
Jose Antonio G. R.
Bueno, bueno, os voy a contar una historia llena de amor y
de “Magia”. Todo comienza en un pueblo llamado Fantasía.
Un día y sin saber cómo aparecí paseando por sus calles, las
cuales me parecían conocidas. Me fijé en una pequeña tienda que me llamó mucho
la atención, tenía todo lo que uno se pudiera imaginar.
Tras el cristal me fijé en un hermoso libro gastado por el
tiempo y de un tamaño considerable. Su portada, tenía tanto polvo que sólo se
podía apreciar una parte del título: “Fantasía”.
Sin saber porqué, sentía que formaba parte de mi vida.
La verdad que me llamó todo mucho la atención y mucho más
ese fantástico libro.
Pero tristemente nada de eso podría estar a mi alcance, pues
se me olvidó deciros que soy un pobre
vagabundo que ni siquiera recuerda de
donde viene. Pasados unos minutos seguí mi camino en compañía de mi bastón, en
el cual me apoyaba desde hace muchos años. Cansado, decidí sentarme en un banco
de madera que había al lado de un gran árbol.
Enfrente también había una hermosa casa con un gran
ventanal, en el cual se veía un enorme reloj. Era tan grande, que se podían ver
las agujas, las cuales marcaban las 11:55. Sin darme cuenta, me quedé dormido
soñando que un hombre de gran edad y un niño, me preguntaban si tenía algo para
comer; pues no les dije.
El anciano mirándome me dijo: Tened buen hombre estas
monedas para que pueda comprarse algo de comida, y estas otras para que se
compre lo que usted desee. Yo le contesté con lágrimas, gracias señor, no sé
cómo agradecérselo. No hay nada que agradecer me respondió el anciano.
En este pueblo llamado “Fantasía” todos nos ayudamos. Hasta
otra buen hombre, ya son las 12:00 y nos tenemos que ir. De repente, me desperté
dando un sobresalto, y aún con lágrimas en los ojos, me dí cuenta que las
agujas de aquel enorme reloj marcaban las 12:00, la misma hora en la que me
desperté. ¡Que extraña coincidencia!.
Ooofffff!!!!, suspiré, no puede ser en cada bolso de mi
abrigo había una bolsa de monedas, las mismas que el anciano y el niño me
habían dado. Tiene que ser un sueño, pensé para mí. Pero me dí cuenta que esta
vez no estaba soñando, que todo era real. Así que sin pensarlo un minuto más
cogí mi bastón y me fui a comprar un poco de comida tal como habían dicho el
anciano y el niño.
Seguidamente, me fui a la tienda donde había visto ese
precioso libro, pues el anciano me había dicho que unas de las monedas las
gastase en algo que yo deseara y así lo hice.
Con el libro en mis manos y temblando de emoción decidí
empezar a leerlo donde todo empezó, en aquel banco de madera que estaba junto
al árbol.
Y a su vez con la esperanza de volver a ver al anciano y al
niño. Ya acomodado lo primero que hice fue limpiar el polvo de la portada y así
descubrir la parte que faltaba del título, lo que me dejó sin palabras, pues su
título era: un pueblo llamado Fantasía. El mismo nombre al que se le llamaba al
pueblo.
Todo era muy extraño. Sin más empecé a leer el libro que así
decía: Érase una vez un anciano y un niño, cuyo destino quiso que se cruzaran
sus caminos. El anciano era un vagabundo pero con un corazón muy grande, tan
grande, que todo lo que tocaba lo llenaba de vida.
Tenía por costumbre sentarse en un banco de madera que él
mismo había hecho junto a un árbol, y donde todos los días se sentaba a
escribir su gran libro. Un niño que se paseaba por donde el anciano estaba, le
preguntó si podía sentarse un poco a su lado, respondiendo el anciano: ¡Claro
hijo mío! No sabe como se lo agradezco señor, dijo el niño.
¿Eres de aquí?, le preguntó el anciano; no señor, si le digo
la verdad, no sé de donde soy, pues me abandonaron hace mucho tiempo. El
anciano le acarició la cabeza diciéndole: No te preocupes hijo, yo cuidaré de
ti. El niño con una sonrisa se apoyó en el anciano y le dijo: Señor ¿qué está
escribiendo en ese gran libro?
Pero de repente me fijé que no había nada más escrito,
Sin darme cuenta y sentado a mi lado, apareció el anciano
sin el niño diciéndome: Lo que he escrito es sobre ti, sobre mí y sobre un
pueblo llamado Fantasía. Pues esta historia me hizo saber quien soy gracias a
un anciano que me cuidó cuando aún era niño.
Recordando que un día fui apartado de su lado sin saber
porqué. Pues hoy me ocupo de cuidar su banco, su árbol y su gran libro.